En el mundo del arte hay muchos detalles que conforman las
obras y que muchas veces nos pasan desapercibidos, aunque por su propia entidad
también se trate de pequeñas obras de arte. Algo así nos pasa cuando apreciamos
una letra bonita, bien ejecutada y elaborada mediante el uso de plumas estilográficas.
Esto no es algo que nos venga de ahora, ni mucho menos. La
buena caligrafía siempre ha sido algo muy apreciado a lo largo de la historia y
que seguramente era incluso más valorado en tiempos pretéritos que hoy día.
La caligrafía es ese arte que se caracteriza por conjugar la
pintura con la belleza de las formas de la escritura. Podríamos entrar en un
debate acerca de en qué momento empezó a decaer, seguramente con la creación de
la imprenta y posteriormente en la época contemporánea con los ordenadores,
pero resulta mucho más importante alabar su época dorada.
Sus orígenes se remontan a hace más de 4000 años y, aunque
ese origen tan antiguo nos imposibilita conocer mucho acerca de su surgimiento
y motivaciones, sí que podemos afirmar que su cuna es China.
Y es que el surgimiento de esta disciplina en el país
asiático permitió que sus textos trascendieran más allá de lo que meramente
describían sus palabras, convirtiéndolos en puro arte. Pero no fue China el
único país en el que se aventuraron a descubrir la belleza de una buena
escritura.
Seguramente te habrás parado a pensar por qué en el arte
islámico está tan presente la letra, incluso en la arquitectura. Esto tiene
mucho que ver con su texto sagrado, el Corán, que siempre ha sido el pilar
fundamental y el sustento de la cultura islámica y que se ha difundido hasta la
saciedad en todos los elementos artísticos.
Y esto posibilitó enormemente el desarrollo de la caligrafía.
La versión más oficial del Corán se remonta a finales del siglo VII y para una
mayor difusión del texto era fundamental emplear una letra clara, concisa y
sobre todo atractiva. Por ello en los siglos siguientes la caligrafía se
desarrolló hasta unos límites nunca vistos, creándose auténticas obras de arte
en forma de textos religiosos.
Y también fue la religión el motivo por el que, en el viejo
continente europeo, se perfeccionó esta forma tan particular de entender la
escritura. Es en la Edad Media cuando esta disciplina encuentra un mayor desarrollo
y perfeccionamiento en diversos puntos de la geografía europea.
Los monasterios fueron auténticos referentes en este
sentido, encargados de transcribir y copiar los textos bíblicos para que la
palabra de Dios pudiese llegar a un mayor número de personas.
Lo observamos en esa primitiva Inglaterra que ya era
atosigada por las invasiones vikingas e incluso en España, donde se conservan
numerosos códices, manuscritos o libros de horas que son un placer para
nuestros sentidos.
Con el paso de los años este auténtico arte fue decayendo y
agonizando, pero a día de hoy aún existen auténticos especialistas en
caligrafía que mantienen viva la llama de esta maravilla para que no se apague
nunca.
Y ojalá artículos como este puedan ser un punto de inflexión
para que, al menos, le demos el valor que merece.
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