COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
- Título: La Asunción de la Virgen
- Autor: Juan Correa
- Cronología: 1685
- Estilo: Barroco Novohispano
- Técnica: Óleo sobre lienzo
- Ubicación: Catedral Metropolitana de la Ciudad de México (Sacristía)
El
autor plasmó, como ya se mencionó, un seguimiento de la Asunción de María que
es la advocación patrona de la Catedral de la Ciudad de México, pero ¿a qué se
refiere este misterio mariano? La Asunción de la Virgen esel último dogma
reconocido de María. No existe en la escritura algo que explique este misterio
y tampoco se discute sobre el tema en los dos primeros siglos del cristianismo,
se empieza a mencionaren el siglo IV, cuando San Epifanio (310-403)habla sobre
la muerte de María junto con San Efrén (306-373), éste último afirma que el
cuerpo de María no sufrió corrupción alguna al momento de la muerte.[1]
En
siglos posteriores se haría oficial la fiesta de la dormición de María el 15 de
agosto por el emperador Mauricio (539-602) y, entre los siglos VII y X fueron
muchos los teólogos que afirman la asunción corpórea de la madre, Modesto de
Jerusalén es uno de ellos.[2]Con esto inician las
discusiones sobre la muerte o Asunción de la madre de Dios. Ya para el siglo
XVIII, la fiesta de la Asunción tiene su primera petición a Roma para ser
calificado como Dogma de fe, surgieron muchas más peticiones hasta que Pío XII
en 1950, con la constitución apostólica Munificentisimus
Deus, hizo oficial el misterio de la Asunción de María como Dogma de Fe.[3] Aunque, la
oficialización del misterio es muy contemporánea, el arte representó la
Asunción y Dormición de María desde la Edad Media en Europa, América no fue la
excepción y Nueva España tuvo ejemplos artísticos como el mencionado cuadro de
Correa
Correa
dividió el espacio el lienzo en dos planos, terrenal y el celestial, siendo
separados por tres ángeles sosteniendo pergaminos con los textos del cantar de
los cantares: “Pulchra ut luna; Electa ut
sol”y “Terribilis ut castrorum acies
ordinate”.[4]En la parte inferior,
se observa a los apóstoles sorprendidos antes el sepulcro de María. La escena
se desarrolla en un bosque, donde se ven a distintos animales formar parte de
la pintura. Cada uno simboliza algo distinto, tanto en virtud de María como de
su hijo.
En
el lado derecho, entre los árboles está una lechuza, símbolo de la sabiduría y
soledad de la oración, virtudes de la Virgen; un águila, que simboliza la
resurrección y, por ende, al mismo Cristo; un pavo real, que significa la
inmortalidad y la guacamaya junto con el ánade.[5] Estos símbolos
representan las virtudes de María por ser la madre de Dios, siendo elementos
muy comunes de los cuadros de la Virgen.
Del
lado izquierdo, un perro simbolizando la fidelidad y la vigilancia; un erizo,
que significa, según los escritos de San Leopoldo, la doblez del alma falaz; un
leopardo, símbolo del pecado, lo cruel y del mismo Diablo; los corderos,
representando las almas justas; un oso, que es la glotonería, la crueldad y la
influencia del mal; el gato montés, que simboliza la lujuria, el ciervo como la
piedad y por último el zorro, que significa la astucia y el engaño. Es una
interesante observación, que cada lado capta diferentes significados, el
derecho tiene un significado positivo y el izquierdo- salvo el perro, el ciervo
y los corderos- un símbolo negativo.[6]
La
parte superior es conformada por una multitud de ángeles que llenan todo el
espacio del cielo, estos en actitud de adoración a la santísima trinidad o
tocando instrumentos musicales. San Miguel, sosteniendo una palma del árbol del
paraíso, lidera el grupo angelical, en recibimiento de la que será Reina del
cielo. La primera idea plasmada en el cuadro viene del pasaje de Reyes, “vino Betsabé al Rey Salomón, para hablarle
por Adonías. Y el Rey se levantó a recibirla, se inclinó y volvió a su trono,
haciendo que le dieran una silla a su madre y se sentó a su diestra.[7]
Cristo
vestido de rojo, evocando su pasión y la sangre derramada por la humanidad, ha
bajado del trono para recibir a su madre, mientras el padre sostiene la corona
que va a colocarle a María, quien ya tiene el trono siendo llevado por
querubines hacia ella.[8] Esta escena
corresponde a las palabras atribuías a San jerónimo: “Jesús, al mando de la milicia celestial, salió a su encuentro, la tomó
de la mano y personalmente la condujo hasta el estrado donde se alzaba su
trono, y con gozo la colocó en él para que permaneciera eternamente a su lado,
para que compartiera la gobernación del Reino”.[9]En esta figura resalta
la figura de Cristo y María, siendo un previo de la coronación de la madre de
Dios como Reina del cielo.
El
pintor fue capaz de representar un misterio tan complejo como la Asunción de
manera resumida, pues en solo dos escenas complementarias logró conjuntar la
tradición sobre la muerte de María, la Asunción y la coronación, sin olvidar
figuras elementales en la iconografía de la Virgen como es San Miguel Arcángel,
jefe militar de los ejércitos del cielo y gran protector de la Madre de Dios,
suele ser colocado junto a la Inmaculada Concepción en su representación de la
Mujer apocalíptica.[10] La trinidad solventado
la nobleza de María y su pureza al ser asunta en cuerpo y alma, honor solo
recibido para Cristo y su Madre, algo que la Iglesia Universal defendió con
discursos escritos o, como en este caso, pictóricos.
[1] Schenone, 2008, p. 227.
[2] Schenone, 2008, p. 228.
[3] Schenone, 2008, pp. 227-230.
[4] Ct, 6,10.
[5] Schenone, 2008, pp. 45-46.
[6] VargasLugo, 1994, pp. 116-117.
[7] 1 Reyes, 2,19.
[8] Schenone, 2008, p. 248.
[9] Vorágine, 1982, pp. 116-117.
[10] La Mujer Apocalíptica es tomada del capítulo 12 del apocalipsis “Y apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. Ap, 12, 1.
BIBLIOGRAFÍA
OROZCO, Antonio.
Madre de Dios y Madre nuestra. Madrid: RIALP, S.A. 2008.
SCHEONE,
Héctor. Santa María. Iconografía del arte colonial. Buenos Aires: Universidad
Católica Argentina, 2008.
SALVADOR GONZÁLEZ, José María,“La iconografía de La Asunción de la Virgen María en la
pintura del Quattrocento italiano a la luz de sus fuentes patrísticas y
teológicas”en: Revista Electrónica de Historia Antigua Medieval, Mirabilia, año
12 vol.1. pp. 237-268. 2011.
VARGASLUGO,
Elisa. Juan Correa, su vida y su obra. México, UNAM, 1994.
VORÁGINE,
Santiago de la. La leyenda dorada. Madrid, Alianza editorial, 1982.
GALERÍA DE IMÁGENES
Rodrigo Aké
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