Las obras de Af
Klint se desenmascararon a principios del siglo XXI, la historiografía
artística actualmente debate si podemos referirnos como la pionera de la
abstracción.
Mientras Europa sufría las vicisitudes de la
segunda guerra mundial, el arte en los Estados Unidos de Roosevelt difuminó su
propia identidad. Un arte desprovisto de todo tipo de amarras, liberado por fin
de las cadenas de una era pasada. El joven artista norteamericano soñaba
con mostrarle al cosmos el lenguaje propio que esbozaba en el interior de sus
colosales lienzos. Fue la génesis de la nueva y fulgurante abstracción
caracterizada por ese cambio de situación del arte y de los artistas en el seno
de un núcleo cívico. No obstante, años atrás, artistas como el añorado Arshile
Gorky, influenciado por las primeros -ismos baso su obra pictórica
en una simbiosis entre la Abstracción y el Surrealismo, dando a
luz a una prosa pictórica donde
aunaba la reproducción mecánica y el concepto de obra única. Sus obras
dieron paso a creaciones jamás atisbadas por los jueces norteamericanos,
acostumbrados al Realismo Social de Edward Hopper -tan realista en
tiempos de pandemia- o al virtuoso y elegante Fairfield Porter.
Arshile Gorky, ‘Image in Khorkom’, 1936
Fairfield Porter, ‘Amherst Campus Nº1’, 1969.
La primera
representación que tomo el expresionismo abstracto fue la pintura de campo de
color. Un estilo individual donde el color se hallaba dispuesto por franjas y
jamás quedaba delimitado. El color en su melancólica soledad es protagonista de
cada pieza de arte. Esta rama de la nueva abstracción combina colores de la
forma más orgánica posible, transmitiendo un incalculable sentimiento de paz y
armonía sobre el espectador. Trataron substancialmente de experimentar
hasta el límite con las posibilidades del color: interacciones cromáticas,
yuxtaposición de tonalidades entre otras innovaciones a manos de Rothko o
Ellsworth Kelly que, hoy en día, siguen descolocándonos.
En cambio, poco después el nuevo lenguaje
abstracto tomo la senda de la política, colocándose una nueva armadura y,
dejando de lado al majestuoso y esquemático Color-Field. El impacto de
la segunda guerra mundial hizo concienciar a los artistas y decidieron mediante
sus obras transportar el sentimiento subjetivo al lienzo. Se trata de una
revolución apoteósica y, al mismo tiempo una sutil continuidad. Bien que
resulte incongruente, la clásica mimesis que tanto deseaban adquirir los
artistas helenísticos se cotejara también en la obra abstracta. Nos
hallamos ante la mimesis, esa apariencia de los sentimientos del creador;
lo que estima, lo que observa, lo que le aterra, emociona o encoleriza, se
plasma lírica y furiosamente en el interior de la superficie bidimensional. El
segundo paso de la nueva abstracción creará un universo en el interior de los
lienzos, capaces de lograr que, el mismísimo público navegue en el turbulento
intimismo de la psique del artista.
Pictóricamente
hablando, somos testigos de una obra cuyos trazos podríamos fácilmente adjetivar
de: gruesos, desenfadados, desquiciados y cargados de ímpetu. Trazos que dejan
entrever el ingreso a un arte salvaje, un arte radical capaz de germinar
en él espectador un acongojo indescifrable. El artista trabaja sobre
las disparejas telas cuyas dimensiones eran descomunales, reutilizadas la mayor
parte de las veces dejando entrever en su espectador que esa misma tela,
alegoriza su desgastada mente, una mente entre manchas de café con un fondo
sonoro donde se escuchan melodías entonadas por Frank Sinatra. Será una ruptura total con el género
pictórico, puesto que la superficie de gran tamaño, antes, se hallaba
exclusivamente reservada para el retrato. El norteamericano Barnett Newman
ya burlo al academicismo presentando sobre una tela de más de cinco metros su
sublime ‘Zip’. ‘Zip’, es sin lugar a duda, una de las obras que más me enamoran
del Arte norteamericano por diversos motivos.
Newman consigue desafiar las leyes de la moralidad artística,
presentando una línea de color (depende de la serie será roja, negra o azul)
sobre un apoteósico fondo monocromático, trasfiriendo una atmósfera celestial.
Estas austeras soluciones no son en el fondo más que un preludio al futuro arte
minimalista, surgente tras la congelación del expresionismo abstracto.
En este trepidante juego de la oca que es la historia del
arte, han ido cayendo en la casilla de la muerte una caterva de artistas, en
especial mujeres artistas, como Lee Krasner (apodada como ‘la mujer de
Pollock’, que lo fue, pero no debemos reducirla a ello) dominó,
lamentablemente, en un segundo plano la esfera neo expresionista. La obra de Krasner
es tan delicada como la alcohólica psique de su marido. La mujer del expresionismo
abstracto entamo su producción artística con collages al estilo Raushenberg,
no obstante, su obra dio un giro de 360 grados cuando se decantó por los
poéticos sollozos de la nueva abstracción americana. La majestuosa maestra
apodo la gran parte de sus obras como ‘paisajes’, dando a ese punto de
inflexión que supuso este movimiento, los primeros destellos de demencia. ¿Cómo
es posible ejecutar un paisaje sin asemejarnos a las pinceladas impresionistas,
que ya marcaron un radical cambio de paradigma en su día? Por este mismo
motivo, quizá pasemos de hablar de un paisaje al estilo naturalista de Renoir
con su ‘Grenouillère’ a dialogar sobre un paisaje que roce el inconsciente y
las pesadillas del ser humano.

Lee Krasner, ‘Gothic Landscape’, 1961
Una obra sobre lo
efímero, sobre los desquicios y los instantes de fugacidad que duran un suspiro
y, sin embargo, se nos quedan grabados con el estridente óleo en la mente.
Lienzos realizados por el disparejo y genuino Jackson Pollock. Obras
irrepetibles que, no solo llamaron la atención por ese carácter dinámico, pues
supusieron un fastuoso retrato generacional o espíritu de la época. No
deseo abarcar exhaustivamente las creaciones de Pollock, pues reputo que hasta
aquel ser humano cuyo interés por la Historia del arte se halle bajo cero,
cristaliza vagamente los drippings (salpicaduras) que
confeccionaba desordenadamente entre botellas de coñac y cajas de Marlboro
Gold.

Jackson Pollock, ‘Uno número 31’, 1950.
El padre del action-painting o tachismono supuso una fuente de inspiración para todos los artistas que se sumaron a la causa de dotar al arte de un carácter espontáneo, donde los cuadros debían ejecutarse con la misma rapidez que la aceleración de un automóvil de carreras (que ya mencionaban los futuristas medio siglo atrás). Ciertos artistas como el rememorado Robert Motherwell o el tachista francés Pierre Soulages dotaron sus obras de un sutilísimo que podrían asemejarse a las pinceladas de los haikús japoneses.
En cambio, para culminar esta reflexión, veo conveniente, con el objetivo de acercarme más al lector, apuntar ciertos rasgos de Franz Kline, el norteamericano que tantos corazones conquisto, entre ellos el mío, con sus formas blancas. Considerado un artista entre el minimalismo de Donald Judd y el expresionismo de sus contemporáneos. En sus virtuosas obras, jugará con la soledad de la línea negra sumergida en el poltergeist blanco. Kline, es considerado el artista que, con más elegancia pudo mimetizar el canon estético que se planteó con la nueva abstracción. Obras de una sabiduría tan enigmática e indescriptible, como la escena del filme que tanto te marco o el psicodélico eco de un trozo de una pieza de Impala. Supongo que será una tarea difícil rebuscar una reflexión en el arreglo atmosférico de Kline, una energía de pura alegría entre lo tangible y lo inexplorable.

Franz Kline, ‘Formas blancas’, 1955.
Citar a Borges en el
inicio no es por pura casualidad, el pasado viene para quedarse metamorfoseando
el sentido de la abstracción, nuestro futuro es pensar en el pasado, el pasado
es mi futuro. No obstante, la tercera pseudo ola de la abstracción llegó junto
a la segunda ola del Arte pop norteamericano a manos de artistas como
Jean-Michel Basquiat y sus grafitis con carga poética, satírica y
filosófica, poniendo en relieve sus raíces afroamericanas. Las amenazantes
creaciones de Basquiat no navegaran en solitario. El nuevo expresionismo
abstracto paseará de la mano con el cándido y feliz grafiti de Keith Haring
(también con una refinada carga política)
que se acerca, por su gama cromática (y solo por ello) al arte pop al
puro estilo de Hockney. Ya no se habla de un movimiento aislado, el
mundo del arte es un cosmos donde los desemejantes átomos bailan y mueren de la
mano.
‘Untitled (from icon series)’, Keith Haring, 1990.
BIBLIOGRAFÍA
Calvo Serraller, Francisco (2014): El Arte contemporáneo, Madrid, España.
Cirlot, Lourdes (1995): Historia Universal del arte: Últimas tendencias, Ediciones planeta, Madrid, España.
Gombrich, Ernst (1997) : La historia del arte, Phaidon, Madrid, España.
Gompertz, Will (2017) : ¿Qué estas mirando? 150 años de Arte moderno en un abrir y cerrar de ojos, Madrid, España.
Hodge, Susie (2019):The short story of art, Laurence King Publishing, Londres, Reino Unido.
Sergio Sanchís-Pérez
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