EL FENÓMENO DEL ROTONDISMO COMO REFLEJO DEL ARTE PÚBLICO: HISTORIA Y OPINIÓN CRÍTICA
El arte público hoy día se
encuentra estandarizado a través de un elemento: Las rotondas, las cuales pretenden crear un referente urbano y sintetizan los diferentes intereses
políticos.
Estos elementos, utilizados
para facilitar el tránsito viario a nivel de tráfico,
combinan la rotonda y el conjunto monumental creándose de este modo una
metáfora de los nuevos tiempos en los cuales nos encontramos. Inicialmente sólo
constituyeron elementos funcionales pero poco a poco se fueron convirtiendo en
elementos hedonistas. Las rotondas constituyen un fenómeno reciente y cada vez
más invasivo y, además, mueven una gran cantidad de dinero en su construcción,
ornamentación y mantenimiento.
En cuanto a sus
características, podemos decir que presentan un carácter banal y ocultan el
verdadero paisaje urbano. Pretenden crear una transcendencia y exaltar la
cultura para crear iconos urbanos y ser símbolos de las ciudades.
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Osito gominola Boadilla del Monte (Madrid) |
Estos elementos reguladores del tráfico comienzan a desplegarse en Estados Unidos creando piezas urbanas propias de la postmodernidad, constituyendo junto con el centro comercial los elementos distintivos de los nuevos tiempos. De este modo, son el reverso de la cultura ciudadana.
La historia de la invención
de la rotonda surge con un gran peso de lo decorativo en el origen de las
plazas estrelladas de finales del siglo XVII, las cuales surgen para concentrar
las miradas y crean puntos de fuga de la perspectiva. También fueron utilizadas
en los bosques reales franceses, así como cierre de cruces en los nuevos
trazados de Inglaterra. En ese momento, los argumentos estéticos y formales
mantuvieron un enorme peso. La primera rotonda moderna se debe a Eugène Hénard
en la cual la preferencia se centraba en el anillo, siendo este la clave de una
circulación más fluida y moderada. En nuestro país, la primera rotonda moderna
se lleva a cabo en el año 1976 situada en Palmanova, Mallorca y en ella destaca
por su relevancia la isleta central.
Todas estas características y
esta historia evolutiva han suscitado unas posibilidades decorativas que
sobrepasan sus funciones de control de tráfico. Se han convertido no sólo en un
elemento urbanístico, sino que pretende potenciar la identidad del lugar en el
que se encuentra, pasando a convertirse en referencia simbólica y en lugar de
memoria.
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Cubo de residuos Alhama de Murcia |
Estas rotondas se identifican como un espacio más para exhibir el arte contemporáneo, puesto que las esculturas realistas o clásicas y de figuración tradicional no son adecuadas a las exigencias de visibilidad rápida. Es por ello por lo que domina el arte figurativo moderno debido a la simplicidad de sus estructuras. Las formas abstractas también tienen una presencia destacada y en ocasiones algunas rotondas tienen la pretensión de convertirse en espacios verdes. Algunas de estas obras tienen el objetivo de estimular la ternura y la provocación, mientras que otras pretenden ser el distintivo de entrada y el símbolo de la ciudad.
Las rotondas aparecen como la
materialización más clara del poder puesto que, a pesar de su titularidad
pública, carecen de las cualidades estéticas, sociales o funcionales propias
del espacio público. Se considera a sus decoraciones un arte para ser consumido
desde el coche, con las limitaciones que eso implica puesto que se observa con
rapidez y desde cierta distancia.
Este fenómeno en crecimiento
se ha denominado como la fiebre rotondista. Dicha fiebre únicamente pretende
enaltecer los poderes públicos, no pudiendo considerarse públicas puesto que es
privado el beneficio que generan a estos poderes. Algunos artistas se han
negado en ocasiones a situar sus esculturas en estos lugares ya que los
políticos, los gestores y los representantes públicos bajo su control han
combinado sus afanes de promocionar la ciudad con su propia promoción personal,
brindando estas rotondas oportunidades únicas para enviar mensajes a la
ciudadanía.
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Chatarra (Valencia) |
Las inauguraciones de estas piezas se realizan con una solemnidad extravagante y en ocasiones suelen ser la causa de enfrentamientos entre los distintos partidos políticos. Hacer rotondas fomenta el aumento del negocio para las empresas concesionarias de la construcción de estos viales y acrecienta su relación con los poderes públicos.
La percepción que tienen los
ciudadanos españoles de este fenómeno se resume en que tal gasto es
innecesario. Por el contrario, en Francia ocurre del modo opuesto destacando la
empatía de los habitantes, que consideran las decoraciones de las rotondas como
un arte popular, chocando este aprecio con el desagrado de las élites. Es por
esto por lo que la aceptación de las obras dista mucho de ser unánime.
En mi opinión, el “arte” o
nuevo fenómeno rotondista me parece una tomadura de pelo. Sé que una
historiadora del arte debería de apreciar todo tipo de arte pero me resulta
tremendamente complicado (y más desde un vehículo) el poder disfrutar del mismo
o considerarlo un símbolo distintivo.
Si comenzamos pensando en lo
difícil que en ocasiones resulta hacer bien una rotonda, claramente podría
decirse que en las rotondas triunfa la ley de la selva: gana el que tiene el
coche más grande y más mala leche. En ocasiones las rotondas me parecen un
fenómeno social sin igual, donde podemos encontrarnos todo tipo de personas: el
seguro de sí mismo que no hace rotondas sino rectas, el chulo que, aunque sabe
que no tiene razón, mete el morro como sea y, por último, el tímido que parece
buena gente pero al final termina metiéndose. Luego estoy yo que cumplo el
código de circulación y siempre termino cabreada. Si a esto le sumo el que se
supone que tengo que estar pendiente de las esculturas que hay en las rotondas
y apreciarlas como símbolo y arte se puede armar la grande.
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Michelina (Murcia) |
Considero que en ocasiones suponen una concentración más grande de tráfico y no hacen que fluya sino todo lo contrario. En cuanto al arte que en ellas se encuentra (y ya no como conductora habitual sino como ciudadana, peatón o historiadora del arte) sí que considero que hay algunas que son un símbolo distintivo.
En todas las ciudades hay
rotondas distintivas y que todo el mundo conoce no por ser rotondas sino por lo
que en ellas albergan. Como por ejemplo las que albergan el escudo de la ciudad
u obras significativas o polémicas que son conocidas por la ciudadanía.
Me cuesta comprender cómo se
puede denominar a estas esculturas arte o arte popular puesto que para mí no
son más que sencilla decoración. Creo que los políticos piensan ¿Qué pongo en
esta rotonda? Pues llamo a este artista o a esta empresa que la decore. De este
modo, yo me llevo parte del dinero, promociono a la empresa y todos tan
contentos, sin pensar en lo que supone en ocasiones para ciertas zonas de la
circulación la ubicación de una rotonda.
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Hola en más de 300 idiomas (Valladolid) |
En conclusión, podemos hablar de un rotondismo aberrante, puesto que las obras están abandonadas en ocasiones, llevando a cabo grandes inversiones que no se están cuidando y siendo algo así como respuestas fetichistas. Encontramos ,como pueden ver en las imágenes, tanto obras anacrónicas en las rotondas, como contemporáneas sin seguir ningún tipo de criterio, sin gusto artístico ni conocimientos de la cultura contemporánea, siendo en ocasiones simples mamotretos carentes de significado real. Es algo así como poner un Botticelli en el baño. Según Fernando Castro, crítico de arte y profesor de la Universidad Autonómica de Madrid, este fenómeno es algo así como “Un brote de esquizofrenia en la política digno de un psicoanálisis político cultural”.
Alba Ferrer.
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