COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA CONDESA D´HAUSSONVILLE
FICHA TÉCNICA
- Título: La condesa d´Haussonville
- Autor: Jean Auguste Dominique Ingres
- Cronología: 1845
- Estilo: Neoclasicismo
- Técnica: Óleo sobre lienzo
- Ubicación: Colección Frick, Manhattan (Estados Unidos)
CONTEXTO
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Primera
versión de la Condesa de Haussonville, por Ingres (1842)
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Llamada
al nacer Louise-Albertine de Broglie (1818-1882), la modelo de esta obra era
hija de una ilustre familia. Su padre era Achille Léonce Victor Charles, tercer
duque de Broglie y su madre, Hedvig Gustava Albertine, baronesa de
Staël-Holstein. Tanto ella como el resto de sus hermanos eran naturales de
Suiza, todos nacidos en el castillo de Cappet, propiedad de su familia
materna. De hecho, el cuadro formó parte
de la colección familiar y permaneció en dicha residencia hasta la muerte de la
modelo. Louise, que tenía el título de
princesa de Broglie, se convirtió en Louise de Cléron cuando en 1836 contrajo
matrimonio con el vizconde Joseph Othenin Bernard de Cléron d'Haussonville, escritor,
diplomático y senador.
Entre
los cuatro hijos de la familia, estaba Albert, cuarto duque de Broglie, que se
casó Josephine Eleonore Marie Pauline de Galard de Brassac de Béarn, que
también fue modelo de Ingres en la obra La princesa de Broglie. Así pues, estas
dos modelos, finalmente convertidas en parientes, fueron exquisitamente
retratadas por el pintor de Montauban.
Durante
su segunda estancia en tierras italianas (entre 1835 y 1841), Ingres conoció a
la pareja d'Haussonville. Surgió una gran simpatía entre los condes y el
artista y él aceptó el encargo de retratar a la joven condesa. Pero no empezó a
trabajar en él hasta que regresó a Francia en 1842 y fue a buscar a la modelo
en su domicilio en el número 35 de la calle de Saint-Dominique en París.
Tanto
en el cuadro final como en las primeras versiones y los dibujos preparatorios,
Ingres buscaba una fórmula concreta: la modelo mirando al espectador con una
postura sumamente teatral e intencionadamente recatada. Además, reintrodujo en
esta ocasión el motivo del gran espejo situado al fondo, recurso que ya utilizó
en el "Retrato de Madame de Senonnes" cuando lo pintó treinta años
antes, en 1814.
Ingres
conoció a Louise cuando ella tenía unos veinte años. Era una mujer
particularmente bella, despierta, inteligente, amiga de las artes y escritora;
se cultivó como ensayista, pero entre sus obras destacamos una biografía de
Lord Byron. Tuvo una educación esmerada y cultivada, cosa que hizo que desde
muy temprana edad se interesara por la literatura, la música y, en particular,
por la ópera.
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INGRES, J. A. La princesa de Broglie (1853)
Metropolitan Museum of Art (Manhattan, EEUU)
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ANÁLISIS
La paleta cromática de esta obra
se resume en colores básicamente azulados, el blanco hueso y el dorado. La
modelo luce un precioso vestido de brillante seda azul grisácea y posa sobre un
tocador de terciopelo azul cobalto con un gran espejo a sus espaldas. Esa
predominancia del azul se ve rota por el tocado rojo carmesí que adorna sus
cabellos y una pequeña rosa del jarrón del tocador que a su vez se ven
reflejados en el gran espejo.
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Detalle del tocado visto desde atrás |
Como en los retratos femeninos
coetáneos a la obra, Ingres demuestra una gran maestría con el pincel en el
momento de crear texturas, luces y sombras de los diferentes materiales que
componen y adornan la escena; detalles que hacen de esta obra como una de las
más exquisitas de su última época.
Se puede apreciar en los detalles
el sumo cuidado que tuvo el pintor para asemejar el color del vestido al de los
ojos de su modelo y cómo trabajó el trenzado de sus cabellos castaño claro
adornados con el gran lazo rojo. Esa delicadeza, pero, tiene la contrapartida
de que el resultado final pueda asemejarse más a una escultura fría a un
retrato con "alma". Ingres es un pintor de detalles, pero deja una
sensación de distancia entre el cuadro y los ojos que lo miran.
Aun así, Ingres se encargó de
crear un entorno con objetos que eran primordiales en la vida de la joven. En
cima del tocador se pueden ver unas
pocas hojas de papel dobladas en los extremos y unos pequeños prismáticos
negros, que representan la anteriormente nombrada pasión de la chica por la
ópera.
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Detalle del rostro y de la parte superior del vestido |
En "La condesa
d'Haussonville", el pintor se sirvió de algunas licencias fantasiosas que
también se pueden apreciar en su célebre "Gran odalisca". En ella se
concedió el permiso de estirar y doblar las extremidades de la modelo hasta sobreparar
los límites de las proporciones reales de la anatomía humana. En el caso del
retrato de la condesa, el pintor alargó demasiado su brazo izquierdo y lo dejó
reposando sobre su vientre, dejando entrever que la modelo estaba encinta. Cabe
decir que no da una sensación de desproporción excesiva como sucede en la obra
de 1814, pero tampoco se libra de un análisis crítico en este sentido.
En conjunto, y dejando un poco de
lado las inclinaciones claramente neoclásicas de su autor, es una obra que
despierta los sentidos en cuanto se observa. Es equilibrada, homogénea en
colores y en composición y cuenta con cientos de pequeños detalles en los que
el espectador se puede fijar para deleitarse de la delicadeza con la que fue
retratada la joven condesa.
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