Bautizado con el nombre de Enrique Serafín María de la
Santísima Trinidad Esteban y Blas Simonet Lombardo, este personaje nace en
Valencia el 2 de febrero de 1866. Hijo de dos malagueños, don Enrique y doña
Dolores, su relación con la ciudad malacitana comienza desde la cuna.
Su crianza y
educación se desarrolla en una familia de alta posición social gracias a los
cuidados de su madre y el puesto de regidor de la propiedad de su padre. Por
él, ingresó a una edad temprana al seminario. Y pese a mantener una profunda
espiritualidad a lo largo de toda su vida, Simonet no resistió el bimestre de
prueba, abordando tras su renuncia su interés por la pintura, que convertiría
en su meta a seguir.
Pese a lo
precipitado de su marcha del seminario, cabe señalar que su familia sería el
gran apoyo del artista a lo largo de su formación pictórica, ello creo que es
visible en dos hechos de suma trascendencia, tales como las numerosas misivas
que se encuentran en el Archivo familiar, regido por su hijo Bernardo, donde
vemos la continua comunicación de Simonet con sus padres; y que, gracias al
nivel adquisitivo del que gozaban, libraron al joven del servicio militar para
que no interrumpiera su formación.
Su primera
aproximación a los estudios reglados de arte sería en el curso 1881/1882 en la
Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Sin embargo, en el Archivo
familiar se pueden hallar distintos estudios de religiosos anteriores a esa
fecha, bocetos que ya denotan una gran claridad y concisión que pudo llevar a
su familia a apoyar su carrera.
Las
circunstancias familiares llevaron al núcleo familiar a trasladarse a Málaga.
Por el contrario, Enrique, quedaría en Valencia durante un tiempo. Allí, cursó
las asignaturas de “Estudio de la figura” y “Pintura y policromía”. Teresa
Sauret apunta que dada la escasez de asignaturas, el aún joven Simonet pudo
tomarse este curso como puente entre sus estudios entre Valencia y Málaga.
Pese a la
inestabilidad en la que se encontraba, Enrique se presenta en 1882 al Certamen
de Pintura convocado por el periódico “Las Provincias”, donde obtuvo la medalla
de plata por un estudio de las flores que fue muy bien acogido por la prensa
del momento, seguramente, y como apuntó Palomo Díaz, porque desde 1778, la
temática floral en Valencia era uno de los motivos más prolíficos.
Entretanto
en Málaga, la familia Simonet entabla amistad con José Ruiz y Blasco (padre de
un icono artístico como Pablo Picasso) y Bernardo Ferrándíz, pintores que junto
a Muñoz Degrain, crean la Escuela de Pintura malagueña. Ferrándiz, ante la
irregular situación del joven estudiante, ofrecería a la familia una plaza en
su taller, ubicado en las cercanías de la Plaza de la Merced.
Añorando a
la familia, Enrique abandona Valencia e inicia sus estudios de forma inmediata
en la pléyade del pintor. Cabe señalar un inconveniente en su traslado:
mientras la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia era de primer
rango, capacitada para proporcionar estudios superiores; en Málaga, Simonet
solo hallaría estudios reglados elementales, ahí entra la importancia de su
formación en el taller de Ferrándiz. A largo plazo, ello le supuso tener que
terminar su formación en Madrid.
Entre 1882 y
1887, el joven comenzó a desentonar como un artista ecléctico, interesándose
por lo cotidiano y lo extraordinario, por lo popular, lo académico y lo
comercial. Su interés por el cuerpo humano, especialmente por el femenino,
empieza a despuntar. Con la influencia y el tono sensual y provocador de
Courbet, su análisis anatómico andando en el tiempo le llevaría a ser
profundamente criticado en su obra “La autopsia”, dado que escogió de modelo a
una ahogada. En la ejecución de este cuadro, podemos hallar similitudes con el
prototipo femenino prerrafaelista.
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La autopsia o ¡Y tenía corazón!. Simonet, 1890. |
Debió ser
importante el talento que derrochó en estos primeros años, dado que Ossorio y
Bernard, en su obra bibliográfica de artistas españoles editada en 1883, dijo
de Simonet que era un “joven pintor, a cuyas obras, paisajes especialmente, ha
tributado elogios en los últimos años la prensa en Valencia”.
Su obra de
estos años está gravemente influenciada por Ferrándiz, Ruiz y Blasco y Muñoz
Degrain, quien era responsable de la Escuela de Paisaje del Centro malagueño.
Pese a la preponderancia de esta triada, es imposible no percatarse del influjo
de Mariano Fortuny, y el gusto que desarrolló en la España de la segunda mitad
del s. XIX conocido como movimiento fortunysta.
De Valencia a Málaga vemos una
transformación, un mayor tratamiento de los fenómenos atmosféricos que aporta a
sus obras más luminosidad, acercándose a las escenas amables y decorativas adscritas
al monaguillismo (movimiento pictórico español que nace en los siglos XIX y XX,
consecuencia del preciosismo fortuniano y la pintura social).
En 1884,
Simonet abandona la Costa del Sol rumbo a la madrileña Escuela de Bellas Artes
de San Fernando. Parece ser que gracias a la intervención del político e
historiador malagueño Cánovas del Castillo, amigo de la familia, recibió
encargos que le abrieron las puertas de distintos círculos artísticos, véase el
retrato de Alfonso XII para la Academia Militar de Zaragoza.
Con
recurrentes retornos a Málaga, quizás en períodos no lectivos, el pintor
financiado por su padre partiría de la sureña ciudad a Roma, en el peregrinaje
artístico arquetípico de los pintores europeos del período. Fruto de su
estancia, sus bocetos reflejan la curiosidad que despertó en él los restos
arqueológicos, las vistas de la ciudad eterna y los residentes de la capital
italiana.
Entre 1885 y
1887, Simonet junto a otros pintores españoles en Roma, como Sorolla o Ulpiano
Checa, realizaría distintas obras sacras, destacándose la presentada en la
Exposición nacional de 1887, la “Decapitación de San Pablo”, donde el
clasicismo italiano converge con su genio personal. La obra, que obtuvo la
tercera medalla del certamen y actualmente se halla en la Catedral de Málaga,
generó un gran número de críticas por anacronismos históricos, aunque de ella
Cánovas del Castillo diría que revelaba un gran pintor.
Tras su paso
por la madrileña Exposición Nacional, retornaría a Málaga. Dada su falta de
presencia en el panorama artístico durante el bienio 1888-1889, deducimos que
el artista se volcó en la pintura comercial. En 1888, aprovechando una
convocatoria del Ministerio de Estado, se vuelve a trasladar a Madrid con el
fin de opositar por una pensión para estudiar en Roma. Finalmente, quedaría
tercero y sin plaza, pero al quedar desiertas las plazas de otras disciplinas,
obtendría un nombramiento anómalo, tomando posesión de la pensión en verano de
1889.
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La decapitación de San Pablo. Simonet, 1887. |
Antes de
instalarse por segunda vez en Roma, Simonet visitaría la París de la Exposición
Universal de 1889, donde tomó contacto con la pintura modernista. Durante su
estancia le escribiría a su padre diciendo: “el impresionismo es la corriente
que más me interesa, pues muestra al hombre mediando ante la realidad, que es
como yo percibo el arte”.
La comunión
de ideas que adquirió en sendas capitales europeas, le haría adoptar una
actitud crítica ante las reglas academicistas, consolidándose su eclecticismo
pictórico. Fruto de esta revelación y de su desafortunada experiencia con la
crítica, Simonet se documentaría profusamente de ahora en adelante con sus
obras, prueba de ello son sus viajes por Grecia, Egipto, Palestina y Tierra
Santa del que surgiría una de sus obras cúlmenes, “Flevit super illam”.
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Flevit super illam. Simonet, 1892. |
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La Ilustración española y americana: "Precioso dibujo hecho por el Sr. Simonet". 8/12/1893. |
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La Ilustración española y americana: "Por nuestro corresponsal artístico Sr. Simonet". 30/11/1893. |
Durante su
estancia en Madrid, su obra virará hacia la pintura de género de fuerte
iconografía taurina, véase “El quite”, pintura presentada en la Exposición
Nacional de 1897, donde podemos hacer una lectura regionalista, siendo la
presencia de Málaga y Andalucía notable. Asimismo, comienza a mostrar
influencias de Sorolla, Romero de Torres y Rodríguez Acosta en el juego de
luces y sombras, el tratamiento de los blancos y la pincelada suelta.
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El quite. Simonet. |
Del mismo
modo que halló su lugar en la publicación “La Ilustración Española y
Americana”, realizaría trabajos para otras revistas como “Blanco y Negro” y “La
Esfera”, y para distintas ediciones ilustradas, convirtiéndose en uno de los
ilustradores más cotizados del período.
Ya casado
con Asunción Castro Crespo y con hijos, Simonet comienza a buscar otras vías de
sustento, opositando para la cátedra de “Dibujo” en el Instituto de Enseñanza
Media de Palencia y la cátedra de “Estado de la forma de la naturaleza en el
Arte” en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona. Siendo seleccionado para
ambas, se decantaría por la plaza de la ciudad condal, trasladándose en 1901.
Allí, concurriría en numerosas tertulias culturales, congeniando con artistas,
políticos y la alta burguesía catalana, una gran demandante de retratos y
pintura al caballete.
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Retrato de Asunción Castro Crespo. Simonet, 1914. |
En Barcelona
retomaría el contacto con el movimiento modernista y el interés por la pintura
de paisaje en modalidad de jardín, muy influenciado por Modesto Urgell y
Rusiñol. Realizaría obras como “El juicio de Paris” en 1904, que analizaremos en
otra publicación; y la decoración mural del Palacio de Justicia en Barcelona
durante 1910.
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El juicio de Paris. Simonet, 1904. |
En 1911
retorna definitivamente a Madrid tras conseguir la cátedra de “Pintura
decorativa” de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, una de sus alma
mater. En la capital su producción paisajística se dispara, convirtiéndose el
parque del Retiro en una de sus fuentes de inspiración predilectas.
Hasta su
muerte en 1927, Simonet participó en diversas exposiciones, obteniendo por su
carrera artística reconocimientos como la Orden de Comendador de Alfonso XII o
su cargo como director en la residencia de estudiantes El Paular. Tras un
accidente de tranvía, su frecuente inquietud por viajar y documentarse se
reduciría paulatinamente, aunque tenemos documentado que desde 1911 hasta 1927,
el pintor viajaría al menos tres veces a Marruecos para documentarse.
Pese a ser
uno de los pintores más ignorados de la Escuela de Pintura malagueña, su obra
es prolífica y única.
BIBLIOGRAFÍA/WEBGRAFÍA
ARTE HISTORIA, “El realismo preciosista. Fortuny
y el fortunysmo”: https://www.artehistoria.com/es/contexto/el-realismo-preciosista-fortuny-y-el-fortunysmo
EPDLP, “Enrique Simonet”, http://epdlp.com/pintor.php?id=6134
MUSEOS DE ANDALUCÍA, “El juicio de Paris”: http://www.museosdeandalucia.es/cultura/museos/MMA/visitavirtual/h00/h0303.html
Europeana Collections, “El juicio de
París-Cuadro. Simonet Lombardo, Enrique”: https://www.europeana.eu/portal/es/record/2058610/pages_Main_idt_124395_inventary_BA_DJ02010_table_FMUS_museum_MMA.html
PALOMO DÍAZ, F. J., “Vida y obra de Enrique
Simonet Lombardo”, Revista Jabega, 29, 1980, pp. 50-60.
PALOMO DÍAZ, F. J., “Estudio de la obra de
Enrique Simonet Lombardo”, Revista Jabega, 30, 1980, pp. 41- 56.
PÉREZ CALERO, G., “La moda del 'monaguillismo'
en los pintores andaluces de entre siglos”, Laboratorio de Arte, 29, 2017, pp.
653-672.
OSSORIO Y BERNARD, M., "Galería biográfica de
artistas españoles del siglo XIX", Madrid, Ed. Librería Gaudí, 1883.
SAURET, T., Enrique Simonet y Lombardo:
formación y madurez, Málaga, Ayuntamiento de Málaga.
Carmen Bulpes
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