COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL ENTIERRO DEL CONDE DE ORGAZ
FICHA TÉCNICA
- Título: El entierro del conde de Orgaz
- Autor: El Greco (Domenikos Theotokópulos)
- Cronología: 1585-86
- Estilo: Manierismo
- Técnica: Óleo sobre lienzo
- Ubicación: Iglesia de Santo Tomé, Toledo (España)
ANÁLISIS FORMAL
El Greco (1541-1614), en 1576,
tuvo la opción de trasladarse a España a través de la conexión que tuvo con un
deán de la Catedral de Toledo. No sabemos cuáles fueron los motivos que
llevaron al pintor a llegar a la Península Ibérica, pero es probable que no se
sintiera cómodo entre los artistas italianos, los cuales tenían una concepción
distinta a la suya en cuanto a la belleza y a las formas de representar el
cuerpo humano. Felipe II en estos momentos estaba concentrado en la
construcción de lo que será el Monasterio de El Escorial, y necesitaba la mano
de obra de varios artistas para decorar todas las estancias del monasterio. El
Greco opta por primera - y última - vez trabajar para el monarca obteniendo el
encargo de un cuadro en 1579. Lo que pinta el Greco no le gusta a Felipe II por
una cuestión más intelectual que estrictamente estética. A partir de aquí, el
Greco, aunque no deja de tener aspiraciones hacia el trabajo con el monarca,
queda restringido al mundo toledano hasta el día de su muerte en 1614.
El
Entierro del conde de Orgaz
es un encargo de 1585. El origen del cuadro reside en un acontecimiento
milagroso que se produjo en los años veinte del siglo XIV durante el entierro
de don Gonzalo Ruiz. Gonzalo Ruiz
fue un caballero toledano, conde de Orgaz, conocido por ser el protector y
financiador de instituciones religiosas toledanas. Un hombre pío y religioso.
De hecho, la construcción de la Iglesia de Santo Tomé, estuvo financiada por el
señorío de Orgaz. El señor de Orgaz muere y deja en su nota testamentaria que,
todos los años, los habitantes de su feudo sigan contribuyendo con una
determinada cantidad al mantenimiento de la Iglesia de Santo Tomé. Obligó a la
villa de Orgaz a que se entregase cada año, tanto al monasterio como a la
iglesia, dos corderos, dieciséis gallinas, dos odres de vino, dos cargas de
leña y ochocientas monedas.
Doscientos años después, los
habitantes del antiguo señorío de Orgaz se cansaron de seguir pagando esta
cuota que había dejado el conde y suspenden el pago. El párroco de Santo Tomé -
aquel que aparece en el cuadro con una casulla blanca a nuestra derecha - es el
Padre Núñez, el cual demanda a los
habitantes de Orgaz por el incumplimiento del pago. Debido a la realidad
política, social y jurídica de la España de mediados del siglo XVI, la Corte
decide dar la razón a la parroquia de Santo Tomé. Por tanto, los habitantes de
Orgaz tuvieron que volver a pagar esta cuota a la que se sumaron todas las
cuotas no pagadas de los años anteriores a la orden judicial. El Padre Núñez
estaba inmensamente agradecido al fallecido conde de Orgaz y, gracias a las
contribuciones que recibía anualmente, encarga al Greco un cuadro que
represente lo que era ya una leyenda toledana en el siglo XVI: el momento del
entierro del conde de Orgaz en su capilla funeraria.
ANÁLISIS
ICONOGRÁFICO
El cuadro está en relación con el espacio
arquitectónico y la leyenda cuenta que, durante el funeral, aparecieron dos santos
del cielo: San Agustín (representado como un anciano barbudo con tiara) y San
Esteban (representado como un joven). Bajo San Esteban, como si de un cuadro
dentro de otro cuadro se tratase, vemos la representación de la lapidación del
propio mártir. Estos dos santos fueron los que, según la leyenda, depositaron el
cuerpo del conde en su tumba, y es así como se los representa. Los que
estuvieron presentes en dicho acontecimiento fueron los caballeros de la época,
y podemos suponer que todos estos personajes que aparecen en la obra son los
retratos de personalidades distinguidas del Toledo de aquel entonces. No
obstante, hay que tener presente que el artista quiso representar la escena
desde un punto de vista contemporáneo. La moda en la que van vestidos los
personajes corrobora la intención del Greco.
Además de la representación de la Iglesia secular,
vemos la de las órdenes monásticas: benedictinos, franciscanos...es decir,
todos aquellos que de alguna manera habían sido los beneficiados por esa
generosidad tradicional que se le atribuía al conde de Orgaz.
Como en tantos otros cuadros del Greco, la obra
está dividida en dos niveles, el inferior y el superior. El inferior es el
nivel terrenal y el superior el nivel celestial. La primera impresión que
tenemos es que lo que ocurre en el nivel inferior está bajo los designios de la
gloria de dios. El poder de dios gobierna y domina lo que está sucediendo
abajo. El ángel que está en el centro de la composición, lleva en sus brazos el
alma de Gonzalo Ruiz, el conde de Orgaz. El pintor ha querido representar el
alma en forma de una figura infantil traslúcida introduciéndola en la gloria
celestial, con la intersección de la Virgen y San Juan. Detrás de la Virgen
aparece San Pedro con las llaves y más abajo están los santos del Antiguo
Testamento: el rey David con el arpa, Moisés con las tablas de la ley, y Noé
con el arca. Entre el grupo de santos de la derecha aparece el retrato de Felipe II. Esto quiere decir
que el pintor ya lo introduce entre los santos del cielo, lo que nos da a
entender que el artista aún mantiene esa leve esperanza de trabajar con el
monarca.
El Greco, cuando llega a Toledo
en 1576 ya tiene un estilo definido, en el que se aprecia esa tradición
medieval de gran carga alegórica. También, vemos la enorme influencia del mundo
veneciano en función de los colores fuertes y vibrantes, y que en Toledo se
harán más eléctricos. Asimismo, hay una presencia progresiva de la elongación
de las figuras; esas distorciones que se irán multiplicando con el paso del
tiempo. Porque las obras que tenemos en el Museo del Prado, de finales del
siglo XVI y principios del siglo XVII, contienen ese cánon de la figura humana
que, en el caso del Greco, es de 12-13 cabezas.
Tenemos algunos elementos
concretos en esta obra. Por un lado tenemos al caballero de la Orden de
Santiago que está con su mano derecha elevada, mientras que el niño o
monaguillo que está en primer término, nos mira y nos señala lo que está
pasando. La idea de que haya personajes que no estén atentos a la escena, sino
que están mirando directamente al espectador, es tradicionalmente representada
a partir de los siglos XVI y XVII, y se trata de un gancho de conexión con el
espectador. Un diálogo desde el interior al exterior que pretende captar
nuestra atención y que nos sintamos conectados visualmente con el cuadro. Los
personajes que suelen servir como conexión con el espectador son el propio
pintor o personas que están dentro del entorno del mismo. Por eso, entendemos
que ese personaje que nos mira, es un autorretrato del Greco, y que el niño sea
su hijo, Jorge Manuel Theotokópulos.
¿Cuál es el mensaje final? En la
primera mitad del siglo XVI ha sucedido un acontecimiento dramático para la
Iglesia católica y el Papado, la Reforma Protestante. Por tanto, se ha perdido
a la mitad de la clientela, lo que quiere decir que la mitad de los ingresos
que recibe la Iglesia tampoco están. Tras el Concilio de Trento, la
Contrarreforma establece como fundamentos una serie de factores que incita a
recuperar a los fieles, a recuperar las tradiciones de la Iglesia, la
veneración a los santos apóstoles y la
veneración de la Virgen. Entre todos estos fundamentos también están las
acciones caritativas: donar dinero a la iglesia y a otras instituciones
religiosas. Por tanto, la lectura de esta obra llegaría al pensamiento del fiel
que la contempla, con el único objetivo de aportar donaciones económicas para
que su alma sea salvada y mantenida en la gloria de los cielos y del poder
divino.
BIBLIOGRAFÍA
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1982.
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Marías, F. y Bustamante, A.: Las ideas
artísticas del Greco, Madrid. 1981.
Martínez-Burgos, P.: El Greco. El pintor
humanista, Madrid, 2005
GALERÍA DE IMÁGENES
Criscorpionsartheory
Excelente descripción.
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